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El Partido Popular ha hecho suyo el creciente malestar entre la ciudadanía por la masificación turística y poblacional en Mallorca y, en una decisión que pocos esperaban, ha anunciado «medidas restrictivas» para tratar de paliar una situación que parece ya desbocada. El Govern ha convocado una Mesa del Turismo para «transformar» el modelo y ha encargado una macroencuesta entre la población residente. El Consell, por su parte, también ha reaccionado: rebaja el tope de crecimiento turístico, aunque sin eliminar plazas existentes. En cualquier caso, es de justicia reconocer que los asesores ‘populares’ han sido rápidos y hábiles, fundamentalmente porque han sabido canalizar la indignación ciudadana, que podría haberse vuelto en su contra con consecuencias imprevisibles. El Govern y el Consell han movido pieza porque la situación es insostenible y es el momento de medidas claras y efectivas. No hay que obviar que hace unas semanas en Canarias se registró una manifestación histórica contra los excesos derivados del turismo sin control y lo mismo puede ocurrir aquí, donde los ánimos están muy caldeados.

Una población fija desproporcionada.

No obstante, hay que insistir en un punto clave: el turismo de masas es un factor más –importante, está claro– en la masificación. En Mallorca, en breve, se alcanzará una cifra récord de un millón de habitantes, algo impensable hace apenas dos décadas. No hay infraestructuras ni recursos en la Isla para acoger de forma ordenada a semejante ‘boom’ poblacional. Urgen, pues, soluciones.

Eficacia de las medidas.

Aunque está por ver la eficacia de las iniciativas que quiere adoptar Prohens, un primer paso es reconocer la gravedad del problema. Las intenciones son buenas, pero hay que ir más allá y demostrar valentía y amplitud de miras en este viaje hacia el colapso que ha emprendido Balears. Cualquier otra cosa implica morir de éxito.